2 de junio de 2014

Juan Carlos I se rinde ante elefantes, y condena a la Humanidad a la esclavitud

Esta foto de 2012 muestra al rey español, durante su cautiverio
como prisionero político de los elefantes

La abdicación del rey Juan Carlos I de España fue una sorpresa para buena parte de la sociedad ignorante y desinformada, cuyas vidas se ven diaramente afectadas por los vaivenes y las decisiones que la aristocracia europea realiza en el tablero mundial. Si bien es posible que la abdicación de Juan Carlos sea el fin de una era, también es perfectamente probable que la llegada de Felipe VI sea el comienzo de otra.

Por supuesto, no fueron estas noticias una sorpresa para los científicos de Falso Positivo, que han instalado micrófonos y cámaras ocultas en los aposentos de todos los monarcas y jefes de Estado del mundo durante los últimos 50 años, reuniendo una selecta pero impresionante colección de material escandaloso sobre las maratónicas orgías satánicas y sesiones de sadomasoquismo aristócrata.

Todo esto es secundario, debe decirse, respecto a las verdaderas razones por las cuales este vetusto pseudolíder nacional ha tomado la decisión de renunciar a sus lujos incondicionales y sus "deberes" protocolares. Pues si algo nos ha enseñado Don Francisco, es que mientras más viejo se es, más poder se desea, y la única manera de arrebatárselo y quitándoselo de sus tiesas y muertas manos.

¿Por qué, entonces, Juan Carlos decide abdicar?

La verdadera razón de esta huída de Juan Carlos tiene en realidad orígenes aún más tétricos: tras años de luchar en secreto, finalmente el rey de España debió retroceder y perder su batalla personal contra el imperio de los elefantes asesinos.

Los elefantes, además de sagaces y sanguinarios, son maestros del disfraz.

Aunque en Falso Positivo tenemos una predilección (y franca desconfianza) hacia los monos en cuanto principal especie con los cojones para convertirse en amenaza a nuestro dominio absoluto del planeta, sería irresponsable de nuestra parte hacer oídos sordos a la amenaza paquidérmica. Animales majestuosos pero despiadados, durante siglos el sanguinario conventículo internacional de elefantes ha conspirado y luchado para arrebatar a los humanos el control de la superficie terrestre. Ya desde los tiempos del Imperio Romano, cuando un ejército de elefantes, comandados por el reconocido general elefante Aníbal, cruzó los Alpes con la intención de conquistar Europa. Por suerte este primer intento fue un fracaso, pero desde entonces los elefantes no han cesado en su deseo de destruir a la especie humana.

¿Acaso creen que es coincidencia que Juan Carlos I, famoso por su público y desmedido odio hacia los elefantes, decidiera huir del trono de España pocos días después de que en Tailandia, país famoso por su violenta y despiadada población de elefantes, sufriera un golpe de Estado a manos de un movimiento militar de humanos títeres de sus líderes multitonelaicos?

Este antigua obra tailandesa muestra evidencia incuestionable
de la existencia de elefantes ancestrales.

Ya en 2012, Juan Carlos I decidió unirse a la cruzada de caballeros europeos que detuvo un nuevo foco de violencia elefante en Botsuana. Sin importarle el reconocimiento o la adoración, y vistiendo una armadura medieval con bazookas, el rey de España luchó a muerte con cientos de paquidermos durante días y semanas. Las trompas volaban y los colmillos arremetían, la sangre brotaba mientras las imponentes bestias grisáceas atacaban sin cesar los frentes de la caballería aristocrática europea, última defensa homosapiens que valga la pena.

Incluso cuando tras volver herido a su patria el rey fue ridiculizado y amenazado por los traidores defensores de elefantes, Juan Carlos continuó su batalla contra la dominación de los Dumbos asesinos. Pero finalmente, su cuerpo ha cedido ante el inimaginable esfuerzo que el rey ha tenido que soportar, por lo que solo le queda retirarse a morir como el guerrero templario que fue en vida.

Con la caída de Tailandia y el retiro del general Juan Carlos I, el tiempo de la humanidad está llegando a su fin. Evidencia de esto es la desesperada maniobra de Rusia por conseguir terreno en Europa anexando Crimea: ocurre que Putin teme la embestida paquidérmica que pronto comenzará en Asia, aplastando a todo el planeta, y prefiere empujar hacia el oeste, donde no hay elefantes que amenacen su gobierno.

Este es nuestro futuro, y sin embargo no hemos nada al respecto. ¿Cómo hemos podido ser tan ciegos? ¿Cómo hemos permitido que estos monstruos apocalípticos se multiplicaran y reagruparan a sus tropas? ¿Podrá el nuevo monarca guerrero, Felipe VI, siquiera contener la arremetida paquidérmica, ahora motivada por las noticias de la caída de su eterno enemigo?

Quizás sea mejor no saber las respuestas...

Este será el futuro de nuestras pesadillas.

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